Branko Marcetic – A l’encontre
Unos dos meses después, pocas dudas quedan de que la invasión de Ucrania por parte del presidente ruso, Vladimir Putin, fue un error estratégico colosal. La OTAN está unificada, dinamizada y dispuesta a expandirse a dos países históricamente neutrales, el ejército ruso aparece ante el mundo como un «tigre de papel» y la invasión ha tenido como consecuencia la eliminación definitiva del gasoducto ruso Nord Stream 2, de gran importancia económica y estratégica.
Sin embargo, la respuesta de EE.UU. a la invasión, incluyendo sanciones económicas sin precedentes diseñadas para aislar a Rusia y romper su economía, puede resultar un error estratégico.
El mes pasado, la primera subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Gita Gopinath, advirtió que las sanciones occidentales podrían afectar el predominio mundial del dólar estadounidense. Aunque el estatus del dólar como moneda de reserva mundial, un elemento importante de la primacía global de EE.UU., se mantendrá a medio plazo, declaró al Financial Times, «la fragmentación a un nivel más pequeño es seguramente muy posible», lo que dará lugar a que «las tendencias a la baja frente a otras monedas desempeñen un papel más importante» como activos de reserva. Gita Gopinath fue anteriormente economista jefe del FMI durante tres años.
Es necesario aquí dar una breve explicación. Desde la Segunda Guerra Mundial, el dólar estadounidense ha sido la moneda de reserva del mundo, es decir, la moneda que utilizan principalmente otros países para sus transacciones en el extranjero y para fijar su propia moneda. Hoy en día, el dólar estadounidense se utiliza en todas partes para el comercio y las inversiones internacionales, la emisión de deuda, las transacciones de divisas, etc. En particular, esto le otorga a Estados Unidos lo que se ha llamado un «privilegio exorbitante»: puede tener déficits comerciales crónicos importando más de lo que exporta, sin temor a que su tipo de cambio se desplome o sus tipos de interés exploten. Y ahora, algunos observadores informados creen que este privilegio puede estar amenazado.
Gita Gopinath no es la única con este punto de vista. En la misma semana, Goldman Sachs advirtió en una nota de investigación que el dólar se enfrentaba a desafíos similares a los que vieron a la libra esterlina perder su estatus a mediados del siglo pasado. La nota señalaba los grandes y persistentes déficits comerciales de EE.UU., pero un analista de Goldman también advertía que «la actual incertidumbre geopolítica» hacía más probables los «esfuerzos oficiales de desdolarización» para «reducir la exposición a las redes de pago centradas en el dólar», lo que suponía un riesgo a largo plazo para el posicionamiento del dólar.
El Instituto para el Análisis de la Seguridad Global (IAGS, por sus siglas en inglés) -un think tank [grupo de reflexión] fundado por un ex director de la CIA y asesor de Ronald Reagan, y que incluye a figuras del establishment como el ex director de la NSA Keith Alexander y el ex comandante de la OTAN Wesley Clark- lanzó una advertencia similar. El codirector Gal Luft declaró a la CNBC que las sanciones de Washington contra Rusia -Washington y su «gatillo fácil»- significan que «los bancos centrales empiezan a interrogarse a sí mismos» sobre el hecho de poner «todos los huevos en la misma canasta» si siguen dependiendo de manera tan importante del dólar.
Varios expertos y comentaristas ya lo han señalado, aunque son una minoría. Una encuesta realizada en marzo de 2022 por la Initiative on Global Markets entre economistas reveló que el 37% no cree que las sanciones estadounidenses contra Rusia vayan a provocar un «cambio significativo» del dólar, mientras que el 24% sí lo cree; la mayor proporción, el 40%, no está segura. Pero las advertencias de Gita Gopinath, Goldman Sachs e IAGS son la señal más clara de que esta preocupación no se limita a los escépticos y a los críticos provocadores, sino que se manifiesta cada vez más dentro del establishment.
Según estos expertos, las medidas extremas adoptadas por Washington para sancionar a Rusia por su agresión a Ucrania han reforzado la urgencia para que los Estados se desprendan de su dependencia del dólar y del sistema financiero que éste sustenta. Al fin y al cabo, si Washington es capaz de convencer a casi todo el mundo occidental para que excluya a Rusia, aunque sea de forma justificada, de las redes comerciales, que congele sus reservas de divisas y la elimine de las redes bancarias internacionales que facilitan la mayor parte del comercio mundial, ¿quién puede decir que esto no podría ocurrirles a ellos algún día?
Puede sonar paranoico a los oídos occidentales, pero Rusia no es más que el último caso en el que los responsables políticos estadounidenses utilizan el sistema financiero mundial dominado por Estados Unidos como arma contra un adversario, un arma utilizada anteriormente contra países mucho más débiles, con mucha menos agresividad. En la última década, Washington utilizó este tipo de sanciones contra Cuba, Irán, Venezuela y, más recientemente, Afganistán.
Los dos últimos casos fueron especialmente escandalosos, ya que Washington no sólo congeló, sino que confiscó -robó, en otras palabras- los activos venezolanos y afganos que tenía en el extranjero. Es en parte por esta razón que Moscú, tras años de sanciones estadounidenses por diversas irregularidades, ha reducido la proporción de dólares en sus reservas y ha diversificado sus haberes.
Para muchos Estados, la conclusión que cabe sacar de todo esto es que los bancos con sede en Occidente ya no son un lugar seguro para sus haberes extranjeros. Y esa dependencia del dólar como activo de reserva, o de la infraestructura financiera dominada por Estados Unidos para llevar a cabo el comercio y otras transacciones, los hace vulnerables a los vientos geopolíticos cambiantes.
Conviene recordar que la mayoría de los países pobres y en desarrollo tienen una visión del orden mundial muy diferente a la de Occidente. Son ellos los que se encuentran, por ejemplo, en el banquillo de los acusados de la Corte Penal Internacional, un recordatorio constante para los Estados pequeños de cómo las instituciones multilaterales, que se supone que son neutrales y universales, a menudo se centran exclusivamente en los Estados relativamente débiles en la escena mundial. Y aunque muchos han condenado la invasión rusa, no han adoptado el programa de sanciones de Estados Unidos, en gran parte porque lo consideran, con razón, una expresión de la hipocresía occidental en esta crisis. A la luz de todo esto, las potencias «emergentes» como China e India, como es lógico, desean protegerse de las represalias económicas de un Occidente a menudo inconstante.
Ya hemos visto algunos intentos de desdolarización. Arabia Saudita está actualmente en conversaciones con China para vender parte de su petróleo en yuanes chinos en lugar de dólares, tras el fuerte descontento de Arabia Saudita con lo que considera como afrentas del establishment estadounidense, y el apoyo reticente (aunque aún vigente) de Joe Biden a su guerra en Yemen. Esto supondría una ruptura importante, aunque no fatal, con el modelo que prevalece desde la década de 1970, en el que los productores de petróleo venden petróleo a cambio de dólares, que luego reciclan comprando títulos del Tesoro de EE.UU. (es decir, deuda de EE.UU.), apoyando así tanto los déficits comerciales estadounidenses como el estatus de moneda de reserva del dólar.
Putin no ha llevado a cabo su amenaza de cortar las exportaciones de gas a los países «no amigos» si no pagan en rublos, pero el ultimátum sigue estando sobre la mesa. El 6 de abril, Hungría, país miembro de la UE y de la OTAN, dijo que estaba dispuesta a pagar el gas ruso en rublos, lo que supone una importante ruptura con Occidente. Moscú también está en conversaciones con la India, que actualmente compra petróleo ruso a un precio especial, para establecer un sistema de pago de las exportaciones rusas en rublos [la parte de las importaciones de petróleo ruso de la India fue de 2.130 millones en 2021, frente a los 22.140 millones comprados a Irak o los 16.400 millones a Arabia Saudita -A l’encontre]. Al mismo tiempo, Rusia ha recurrido al sistema de pagos interbancarios transfronterizos de China tras quedar excluida del sistema Swift, dominado por Occidente, pero esta decisión puede deberse más bien a la falta de alternativas.
A ello han contribuido las políticas internas puestas en marcha por Vladimir Putin en respuesta a las sanciones occidentales, entre ellas la exigencia de que cualquier empresa rusa que haga negocios en el extranjero convierta el 80% de los beneficios en rublos, lo que apoya a la moneda. De esta manera, el rublo, que había amenazado con desplomarse al inicio de la invasión, ha recibido un fuerte apoyo, incluso cuando la economía rusa sigue luchando contra los efectos de las sanciones [el rublo frente al dólar ha vuelto a su nivel de mediados de febrero en abril – A l’encontre.].
Ningún alejamiento significativo del dólar tendrá lugar de la noche a la mañana, pero desde antes de que comenzara la guerra se viene produciendo un movimiento en esa dirección. El mes pasado (24 de marzo), el FMI publicó un documento de trabajo en el que señalaba que en los últimos veinte años se ha producido un «alejamiento gradual del dólar» entre los bancos centrales del mundo, y que la proporción de sus reservas en dólares cayó del 71% en 1999 al 59% en 2021, para orientarse hacia «monedas de reserva no tradicionales»: concretamente, una cuarta parte al yuan chino, y tres cuartas partes a las monedas de un conjunto de economías más pequeñas, como el dólar australiano y el canadiense, y el won surcoreano. Mientras tanto, China y Rusia tratan desde hace tiempo de «desdolarizar» sus economías y aislarse del poder de Estados Unidos, con un éxito limitado y titubeante.
Durante muchos años, el sueño de los gobiernos que no veían con buenos ojos la primacía mundial de EE.UU. ha sido el de debilitar el dominio del dólar a través de coaliciones como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), con poco éxito en general. Sería la ironía más grande si el mayor golpe a este sistema fuera autoinfligido por los propios EE.UU. (Publicado en Jacobin: 20-4-2022)
* Branko Marcetic es redactor de Jacobin y autor de Yesterday’s Man: The Case Against Joe Biden (Verso, enero de 2020).
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